. Era una pieza de madera, no era nueva, claro está, pero conservaba un agradable tono cálido, un tono que te hacía pensar en el fuego crepitando en una sala tenuemente iluminada en una noche de invierno. Una sala no demasiado grande, ni demasiado fastuosa, no, pero una sala con un hogar encendido ardiendo en ella, y con algunos sillones, tal vez gastados pero inmensamente cómodos.
. Y estaba bien afinada, sí, pudo comprobarlo con unos pocos tañidos. Después de todo, había sido de su maestro, que la había tratado bien, así que el chico se la compró. El precio no estaba nada mal, de hecho, probablemente era mejor que el de muchas guitarras criollas usadas que se vendían, en una tienda o una revista de clasificados, y cuyo estado no era tan bueno. Además, no es que su maestro la estaba poniendo a la venta, el ofrecimiento había salido así, de improviso, en medio de una de las lecciones.